domingo, 12 de diciembre de 2010

¿Cuál es el sentido de la vida?

Quizás tú sientes que el dinero, el poder, o encontrar a tu pareja
puede ser el sentido de tu vida.


O quizás buscas el sentido de tu vida en las opiniones y en la
búsqueda de aprobación de tus amigos, tus padres, etc., pero siempre acabas
sintiéndote igual: con una sensación interior de desesperanza y vacío.


Pero lo más interesante, es que el sentido de tu vida lo sientes,
por primera vez, cuando sufres un gran estremecimiento emocional o está en
peligro tu vida.


Es, en esos momentos, cuando todo aparece tan claro como si,
después de una tarde con neblina, esta se disipara y apareciera el sol,
reluciente, ante tus sorprendidos ojos.


¿Haz hecho alguna vez el experimento de visualizarte en tu propio
funeral? ¿De imaginarte el recuerdo que deseas dejar en tus amigos y tu
familia?


Si no lo has hecho… imagínate por un instante, que hay una tumba,
que estás asistiendo a un funeral… y que abres la tapa, para ver a la persona
que está dentro… ¡y para tu sorpresa… ¡eres tú mismo!


Es tu propio funeral.


¿Por qué deseas que te recuerden las personas que están asistiendo
a tu funeral?... piensa por un instante…


Ahora, ¿Qué te hubiera gustado haber logrado? ¿Haber
experimentado?... piensa por unos instantes…


Para mi, resultó curioso que en lo que yo imaginé más en este
ejercicio, es en el amor… en los detalles aparentemente “tontos” de la vida: en
mi pequeña sobrinita, pícara y encantadora… en los hermosos momentos que pasé
con mis parejas… y en los instantes en que serví a alguien y lo ayudé… me
resultó asombroso darme cuenta que no me pasó por ningún instante el concepto
monetario… ni pensé en carros, casas, propiedades… nada de eso.


¿Te pasaron cosas parecidas a ti cuando hiciste el ejercicio, de
pura casualidad?


Recuerdo que en el libro bíblico de Proverbios, dice una cita más
o menos así: “He visto que no hay nada mejor para el hombre terrestre que se
regocije por el duro fruto de su trabajo, es el don de Dios”.


¿Qué es lo que te regocija a ti? Pueden ser pequeñas cosas, desde
caminar en un atardecer de lluvia, en un bosque, escuchando el suave trino de
los pájaros y peculiar sonido de los grillos al anochecer.


Llenarse los pulmones hondamente con el frescor y el aroma a árbol
mojado y hierba…


En lo personal, pocas cosas me dan tanto deleite como despertarme
temprano, caminar, y oler el delicioso aroma a fresco… escuchar aún los cantos
de los pájaros, y las calles todavía pacíficas y tranquilas, antes del duro y
nervioso ajetreo diario.


Y contemplar la luna en la noche, en la calle, ya casi sin
gente.


Quizás disfrutar de la compañía de una amiga, llenarme de su
sonrisa y del brillo de su mirada… de tener entre mis brazos a mi pequeña
sobrina… ¡en fin!


Con sabiduría, Dios dijo que en verdad no podríamos entrar al
reino de los cielos hasta que volviéramos a ser niños, y con profunda
admiración, ahora que convivo a diario con mi sobrinos de 8 y 3 años, puedo
comprender en toda su majestuosidad lo que significa esto.


Admiro de ellos su alegría eterna, de la felicidad que les trae
que les obsequie una simple goma de mascar, que los cargue… admiro la seguridad
en sí mismos, instintiva y natural que tienen.


Su terquedad para conseguir lo que quieren, a pesar de los
intentos manipuladores de los adultos para dominarlos con un “ya no te voy a
querer”, “eres malo”, “mira como te ve la gente”, “ pareces niña”, “si te
comportas te compro esto”… me pregunto cuantos de nosotros nos quedamos
inconscientemente con esas manipulaciones desde niños.


Los niños no entienden el concepto del rencor. Puedes insultarlos
y pelear con ellos, pero al rato están como si nada. Y no fingen.


Es que así es la naturaleza de un niño.


Y tienen una capacidad inagotable para jugar y hacer cosas… ¡y ser
felices!


Reflexioné, que toda mi lucha interior… ¡está enfocada a volver a
ser niño!


¡Tener la alegría y espontaneidad de un niño!


¡Aprender a perdonar y olvidar como un niño!


¡Tener la terquedad para conseguir lo que quiero, como un
niño!


Y por fin entendí aquella frase de Picasso: “A los 10 años ya
pintaba como uno de los grandes del Renacimiento… ¡pero tarde otros 50 para
volver a pintar como un niño!”.


Entonces, ¿Cual es el sentido de la vida? Para mí, es vivir
permanentemente en el presente, disfrutando de todo, obedeciendo a los impulsos
de mi corazón… y haciendo lo que me hace más feliz, en cada momento.


Ya sea en mi trabajo, en el amor… ¡todo lo que esté haciendo en
todo momento y a cualquier hora! Así sea mientras viajo en metro.


Sabes? Quizás hoy yo debería estar muerto. Si.


Hace 3 días caminaba por la esquina de mi casa, distraído,
pensando en un display que acababa de ver anunciando libros con descuento –mi
golosina favorita- cuando caminé como un autómata hacia el otro lado de la
calle…


Sin fijarme en que la luz del semáforo estaba en siga, y una auto
corría a toda velocidad, para poder evitar la luz roja del semáforo…


Como en sueños, recuerdo la voz de un hombre que se encontraba en
la esquina con su pareja, diciéndome...


¡Cuidado!


Esa voz me despertó abruptamente de mis divagaciones, me detuve, y
cuando reaccioné, me encontraba a mitad de la calle, justo en el momento en que
el auto pasó a milímetros adelante de mí… no se detuvo.


Solo escuché el zoooom y vi apenas una imagen difusa del coche de
lo rápido que pasaba, al más puro estilo de la película “Matrix” ¡en serio!


Si yo hubiera seguido caminando, seguramente me hubiera alcanzado…
y a la velocidad que iba, seguramente estaría, o muerto, o paralítico, o en
estado de coma, o todo en vendas al estilo “momia de Guanajuato”.


Ya ni siquiera hubiera podido escribir esta actualización del
sitio, hoy Domingo 24 de agosto.


Ya después de la experiencia me pregunté ¿Cuántas cosas
inconclusas hubiera dejado de mi vida sin hacer? ¿Cuántas personas que quiero y
amo nunca se los expresé? ¿Cuántas personas que me aman, o amaron nunca me lo
dijeron y yo jamás lo sabría?


La verdad, yo me considero muerto, estoy viviendo extra… fue
providencial que la voz de ese hombre me despertara de mi “sueño”.


Me salvó la vida.


Y como estoy viviendo tiempo “extra”, aún tengo menos miedo a
intentar cosas que antes.


Y más disposición para amar y ser feliz. Tengo muchos sueños por
cumplir y espero que tú también los tengas.


Me despido.


¡Suerte!





Edgar Martínez (Webmaster)

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